Mi nombre es Martina, tengo 24 años, y en todos ellos no concibo la vida sin gatos o animales en general.

Cuando llegué a España, lo último que imaginé fue encontrarme con una colonia de gatos y enfrentar la cruda y cruel realidad de la intemperie y lo que la calle les hace. No solo me topé con la colonia, sino también con el enorme trabajo de dedicación y cuidado que implica atender a cada uno de estos gatos, a pesar de que siguen en la calle.

Antes de que yo llegara, la colonia era –y aún es– protegida por Gloria y José, una pareja de señores mayores que ha dedicado y resignado parte de su vida a ayudar a los sin voz. En su casa cuidan a 36 gatos, muchos de ellos provenientes de la colonia del barrio, cuyo nombre prefiero mantener en privado por seguridad de los animales y solo compartir con futuros adoptantes responsables.

Me uní a la colonia en agosto de 2024, creando así un vínculo único con cada persona que la ayuda: Gloria, José, Sole e Inma, quien se incorporó más tarde al grupo de ayuda felina.

Hay meses en los que logramos sostener la colonia, pero otros en los que lamentablemente perdemos parte de nuestra familia gatuna debido al factor más grave e irremediable: la calle. Aunque les brindamos todo nuestro amor y cuidados, ellos necesitan un refugio seguro donde puedan estar hasta ser adoptados. El lugar donde residen Bigotes, Tigretón, Lucio y la mayoría de los gatitos está totalmente desprotegido, ya que son terrenos baldíos que, tarde o temprano, serán urbanizados.

Nuestra propuesta es recaudar los fondos necesarios para alquilar o comprar un espacio donde puedan estar a salvo. Un lugar en el que se tomen medidas de seguridad para evitar fugas, con cercos y vallados, pero donde ellos puedan habitar con libertad. Un refugio en el que cada uno tenga su propia caseta para cobijarse y pasar la noche, mientras el voluntariado se encarga de las labores diarias.

Con gran anhelo y esperanza, rezo cada día para que mis hermosos peludos, nuestro grupo de ayuda felina y yo podamos encontrar una solución a la angustia que genera la calle. El tiempo se nos acorta y no queremos dejarlos morir ni que escapen de las topadoras y máquinas sin saber que hay un lugar pensado especialmente para ellos, donde realmente puedan conocer lo que es el amor.

Soy, y somos, su voz. Cualquier aporte, por pequeño que sea, siempre suma… si es con amor.